Las distintas variedades de Camelia, tanto las ornamentales como de las que se produce té, tienen origen en Asia, en donde esta flor tiene un simbolismo ancestral en las culturas China, Japonesa, Coreana… pero cuando llega a Europa de la mano de los misioneros jesuitas y comerciantes portugueses, ingleses y holandeses, se convierte en la flor de moda. Su belleza deslumbra desde el principio, tal vez porque su imagen llegó antes que la flor misma, decorando la cerámica china y representada en los más delicados objetos y cajas lacadas traidos de Oriente. Esto, junto con el hecho de que florece en invierno, cuando no hay otras flores disponibles, hicieron que la camelia causara furor en su época.
Como dato a tener en cuenta, el 1 de enero de 1888 son vendidas en Les Halles, el principal mercado de abastos del París de la época, 120 000 boutonnières de camelias provenientes de Nantes, esencialmente de la variedad blanca Nobilissima, pues se trataba de un complemento indispensable en los looks más elegantes de las soires parisinas de la época.
A través de los años, la camelia no solo ha seguido de moda, sino que esta preciosa flor se ha convertido y consolidado como la flor de la moda, en un periplo que merece la pena recorrer por sus hondas repercusiones que han dejado una gran impronta en la cultura Europea reciente, inspirando a literatos, músicos, artistas, influencers de la moda y activistas de movimientos humanistas, además ha permitido lucirse a una pléyade de sopranos y actrices de cine y teatro, que en cada nueva versión del drama del personaje de La Dama de las Camelias, nos han regalado grandes interpretaciones.

La Camelia entra efectivamente de lleno en la cultura europea a través de la literatura con esta obra, en parte autobiográfica, de Alejando Dumas (hijo) que cuenta la trágica historia de una joven y bella cortesana, Margueritte du plessis conocida como La dama de las Camelias. Esta obra fue estrenada con un gran éxito en 1880 de la mano de Sarah Bernhardt, gran actriz de teatro y considerada la primera celebrity moderna, en lo más alto de su carrera. Esta afamada actriz no estuvo sola, también colaboró en esta obra el escenógrafo y publicista Alphonse Mucha, autor quizá desconocido para el gran público, pero cuyas creaciones son familiares para casi todo el mundo y que han supuesto una enorme influencia para numerosos artistas y diseñadores por ser reconocido como uno de los máximos exponentes del Art Nouveau.
Los posters de las obras que Mucha hizo para Sarah revolucionarían el mundo del diseño del cartel. La forma larga y estrecha, los sutiles colores pastel y la quietud de la figura casi de tamaño natural introdujeron una nota de dignidad y de sobriedad, que fueron bastante sorprendentes por su novedad y se convirtieron inmediatamente en objetos de deseo para los coleccionistas, que sobornaban a los que los colocaban o simplemente salían por la noche a cortarlos con cuchillas y llevarselos de los paneles.
El éxtito de esta obra y de su protagonista dan el salto a Italia e inspiran La Traviata (la extraviada) de Verdi, que a pesar de ser un fracaso en su estreno, a día de hoy es su ópera más representada.
La obra de teatro se ha llevado al cine en numerosas ocasiones a lo largo del siglo XX. Las distintas versiones nos han traido una sarta de perlas de este collar de míticas “damas de las camelias” que va desde Maria Callas a Greta Garbo, pasando por Isabelle Huppert o nuestra mítica Nuria Espert.

La camelia era también un complemento usual de la indumentaria masculina y adornaba los ojales de las chaquetas de los hombres, en concreto son los dandis, el arquetipo del hombre elegante, que finales del siglo XVIII y principios del XIX la portan à la boutonnière.
El dandi se define por ser un caballero proveniente de la burguesía, muy refinado en el vestir, con grandes conocimientos de moda, fuerte personalidad y poseedor de nuevos valores como la sobriedad, respecto a lo que era la pomposa indumentaria masculina de la época que les precede. Sus códigos de vestuario son los colores oscuros, el uso de la corbata, los guantes y la flor en la solapa, en definitiva la invención del traje, en sustitución del maquillaje, las levitas y encajes, y terminarán convirtiéndose en el referente que está en el origen del concepto de la moda masculina actual.
La camelia en la solapa además tendrá un significado u otro, dependiendo del momento y del color, ya que varios colectivos la adoptarán a través del tiempo para significarse o reconocerse entre ellos.
Desde las activistas sufragistas de Nueva Zelanda, el primer país del mundo en lograr el voto femenino en 1893, que igual que luego hará Coco Chanel, eligen la camelia blanca como símbolo, luciéndola las y los partidarios de la lucha por el derecho al voto; los contrarios la llevaban roja en su ojal.
También fue el símbolo de los abolicionistas Brasileños. A finales del siglo XIX un fabricante de maletas portugués llamado José de Seixas Magalhaes las cultivaba en su jardín del Quilombo de Leblon y las repartía entre sus correligionarios, llegando las camelias a los mismos jarrones de palacio imperial de Petrópolis al convertir a su causa a la princesa regente Isabel, A Redentora, que a veces se mostraba en público luciendo una camelia prendida en el vestido. Cuando finalmente ella misma firmó la Ley Áurea que liberaba a todos los esclavos de Brasil, lo hizo con una pluma de oro que le había regalado Seixas Magalhaes.

Ya entrado el siglo XX, Coco Chanel, que sentía fascinación por la estructura geométrica de la camelia, la recoge del vestuario masculino, la adopta y hace de ella su simbolo y su imagen. La creadora del littel black dress la utilizó por primera vez para decorar un vestido de gasa en 1923 y se cuenta que la prefería en blanco para que destacara sobre el negro.
El poder icónico de la camelia no pasó desapercibido para un genio como Karl Lagerfeld, el mítico director creativo de la maison desde 1983 hasta su fallecimiento este año, que relanzó una marca en horas bajas tras una década de la muerte de su creadora y la convirtió definitivamente en atemporal.


Gracias a su creatividad sin límites y sus mil reinterpretaciones de la camelia la hemos visto en distintos materiales y colores, formada por diamantes, realizada en seda o cuero, con las que ha creado joyas, calzado, bolsos e incluso un bello vestido de novia que se ha expuesto en el museo Metropolitan de Nueva York.Hoy por hoy nadie duda que si hay una flor vinculada a la moda, ésta es la Camelia, pero vale la pena recordar que no es de ahora, ya que ha sido así desde que llegó a Europa a finales de siglo XVII para iluminar nuestros inviernos.